jueves, 23 de octubre de 2008

Visión de una Ama

AmaAzu ha tenido la cortesía y la deferencia de escribir estas líneas que nos muestran su sentir sobre Bdsm, su visión de la D/s. Es un texto largo, pero merece la pena cada una de sus letras. Desde aquí quiero agradecerle su amabilidad, su tiempo y sus palabras.



Quedo con otra sumisa, porque mi ex sumisa no tiene tiempo ni ganas de venir a jugar a una fiesta.

Mi ex sumisa tiene un ataque de cuernos. Quiere venir ella. Le digo que bien, puedes venir, pero... ¿en concepto de qué vienes? Yo la conozco bien. Le cuesta mucho envainarse su orgullo y sacar su parte sumisa. Su disposición. Su obediencia. Su entrega. Está blindada para poder con todo lo que la vida le esta tirando encima y le cuesta mucho hincar la cerviz. Pero Yo me siento buena domadora de animales. Sé que ella es una perra fantástica porque la he visto suplicar más azotes, más fustazos, más pinzas, más humillaciones... más sensaciones que nadie más le da. Yo sé lo que es sentir mi mano en su interior. Ella sabe lo que es mi mano en su interior. Y quiere eso de nuevo. Yo sé que lo quiere. Me dice que viene como mi sumisa. Se lo niego. Viene como sumisa, pero no como MI sumisa. Hoy me saldrá gratis la humillación. Sé hacerlo. Porque veo en su interior. Para mí eso es la sumisión. La Dominación.

Cuando llegamos al Garaje el ambiente es serio, pero respetuoso. No conocemos a casi nadie. No hemos traído juguetes. Pero hay cuerdas. Sé que le va a costar pero sé que va a dejarse. Tengo la certeza. Sé entender las señales. Sé Dominar. Le digo: “te voy a atar, quítate el jersey, el reloj, el cinturón. Si te atreves te desnudas”. Me mira avergonzada y me dice bajito que eso no puede.

La dejo. Sé que es cierto. Hoy no me lo va a dar todo. Yo tampoco lo quiero todo. No es mi sumisa. La ato. Le duele. He atado duro. Aguanta. Me doy cuenta de que va a tener marcas mañana. Me gusta. Pruebo a colgarla, aunque sin separar sus pies del suelo. Se me marea. La desato. Le doy tiempo para recuperarse.

Se me pone a los pies pidiendo perdón. No debe pedirme perdón por su mareo. Debe relajarse para que la tensión no le juegue otra pasada. Todos nos miran. Eso la incomoda. A mí me importa un pimiento. Estoy dominándola y eso me gusta. Lo sé hacer. No sé como, pero lo sé hacer. Sólo pienso en eso. En que ella haga lo que yo quiero hasta donde pueda. Lo demás no me importa.

Me dice que me ama. Me gusta que me lo diga. Yo no. No la amo. Sólo quiero dominarla. Y ese sentimiento para mí es más fuerte que el amor. Me pide que la vuelva a atar. Que si quiero suspenderla que adelante. No quiero suspenderla. Me basta con que me lo haya pedido. La ato de nuevo. Le hago una medio suspensión al tiempo que la maltrato. Le paso las cuerdas sin delicadeza, no busco erotismo. Busco hacerla daño. El daño exacto. El daño que sé que le puedo hacer. El que la jode pero que soporta por mí. Por entregarse. Y sé hacerlo. Porque a Mí me gusta. Eso es todo lo que le pido. Ni más, ni menos.

Sé que un sumiso está mirando con ojos golositos. No me he fijado en su cara. Ni en su cuerpo. No sé como es. Pero sé que le gusta lo que ve. Luego podré ratificarlo. Me lo dice por el chat. Me busca específicamente para decirme que le gustó como “hablaba” a mi “sumisa”. Como la “cuidaba”. ¡Que sabrá él! Le desprecio un poco. Le noto un poco romántico. Sé donde estaba sentado. Sé que miraba. Pero no sé como es. No me importa como es. Sólo me importa su espíritu sumiso y que se quiera dejar. Y que ese querer dejarse le cueste tanto que no sea capaz de decírmelo a la cara. Me gusta el respeto que leo en él. Quizás le de una oportunidad. Quizás me tome un café con él. Si tengo tiempo.

Llegamos a casa de mi ex sumisa a las cinco de la mañana. Sus hijos están con los míos. Mi marido es hoy el canguro, y por tanto, su casa está vacía.

La ato a la mesa del salón por brazos y piernas. No puede moverse. La golpeo con la fusta. Llora. Me gustan sus lágrimas. Me gusta mi crueldad. Le pregunto si quiere que pare. Me dice que no, que le gusta. Que siga. Su dolor es lo que me ofrece.

Continúo hasta que la dejo vacía. Sé hacerlo. Todo el tiempo noto que sé hacerlo. Que su espíritu crece y se renueva con cada fustazo. Que ella quiere recuperar su collar porque no conoce a nadie que le haga sentir así. Me pongo el guante, me lleno de vaselina. Me gusta el guante porque me despersonaliza. Mi piel no toca su piel. Juego con su culo. Se muere de deseo. Me pide permiso para correrse y no se lo doy. Pero me gusta. Me gusta mi poder sobre ella. Me gusta que se sienta tan perra que saque su lengua para lamerme cuando le toco la cara para secarle las lagrimas. Me gusta que su cadera me ayude a trabajar. Me hace sentir poderosa. No puede más. Decido parar. Quiero gozar yo. Ella ha gozado más de lo que yo hubiera querido. Pero ha gozado por dármelo. Y eso me hace sentir que la Domino. Esto cada vez me gusta más.

Llego a casa amaneciendo. Me gusta acostarme al lado de mi marido, excitada, agotada y echarme un polvo con él. Un hacer el amor de domingo rutinario. Duermo hasta la una de mediodía. Vienen amigos a comer. No sé si esto es muy académico dentro del BDSM. Pero éste es mi modo de entender la Dominación. Me gusta que él me sirva. Me gusta tener un domingo en el que él cocina para nuestros amigos, nos sirve la mesa, recoge la cocina, nos pone el café y las copas. Yo le ayudo si quiero y estoy de humor. Y si no, le toca hacerlo solo. Se siente muy amita de su casa, aunque su aspecto es varonil y hermoso.

Él se siente bien. Intenta devolverme todo lo que le doy. Las sensaciones que vive conmigo y que con otro u otra le serían inalcanzables. Estar todo el día empalmado porque no sabe cuando le va a llegar el mensaje provocador. Mensaje que casi nunca llega, pero que cuando llega le llena por entero. SÉ hacerlo. No sé como, pero SE hacer que esté deseándolo siempre.

Eso es la Dominación para mí.

Por la noche me pregunta mi aspirante a sumiso, si me puede dar un masaje de pies. Le digo que perfecto, me puede dar ese masaje, pero me lo dará para Mi placer. Le digo como tiene que hacerlo y con qué tiene que hacerlo. Y me encargo de que no lo pueda disfrutar. Le pinzo los pezones y los testículos con las pinzas de cocodrilo. Son las que más daño le hacen.

Noto que se le empina. Eso es porque esta disfrutando. La verdad que eso me excita, pero esta noche no quiero que disfrute él, quiero disfrutar yo. Esta noche no es sexo vainilla. Quiero Dominarle. Quiero mandar Yo. De modo que al tiempo que empiezo a masturbarme, le aprieto la polla para bajarle la erección. Eso me excita más todavía. Se le encoge. Le duele. Me gusta. Él continua, firme en su decisión de darme placer y hacerme disfrutar a mí, masajeándome los pies. Le pido que pare y que me lama las tetas. Él como un buen perrito lo hace. Alcanzo un orgasmo fantástico. Le pido que me arrope y que recoja las pinzas y las cremas que ha utilizado. Me duermo relajada y feliz, pensando en que cuando por la mañana le despierte echaremos un peazo de polvo vainilla que será genial. Se lo ha ganado por obediente. Se ha dejado Dominar por Mí. Si no se dejara, esto no funcionaría. Él no sabe como va esto. Sólo se deja porque me adora. Yo si sé como va. Sé en todo momento en donde estamos. Y así es como pienso seguir.

Para mí esto es la DS.

Sin Mi sadismo, sin su masoquismo, sin Mi crueldad, sin su obediencia, sin Mi pasión por las cuerdas, sin su disposición para atarse, sin Mi amor al riesgo, sin su disposición: yo no podría, no SERÍA Domina.

Sin ellos, Yo no soy.

Hoy por hoy, ya no necesito nada más. No necesito amarles. No necesito quererles. Sólo necesito quererles dominar.

Con su entrega Me es suficiente.

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