sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz 2012

Este año, para desearos una  buena entrada de año, os dejo un relato fantástico de un gran amigo y Amo, Zadhar. Dejaos llevar por las palabras y sentid lo que transmite. No estaría nada mal tener un fin de año como el que nos describe! ya me contaréis.

DOCE UVAS


Nos perdimos. Costó lo suyo, pero al final nos deshicimos del resto. Es lo de siempre. Al principio, como que te hace ilusión verlos de nuevo. Saber qué es de sus vidas, cómo han evolucionado, cómo han cambiado. Pero al tiempo, la familia acaba siendo un coñazo. Por la mañana, habías llegado tú. Toda una sorpresa. Este año ya no te esperaba. Al poco de llegar, casi después de los besos y abrazos de rigor y los comentarios intrascendentes habituales, nosotros inauguramos el baile. El baile de la seducción. Siempre tan igual y tan distinto.

Una vez vencida tu aparente frialdad de prima lejana, todo fue una danza de táctica y estrategia. Miradas que devoran, unos dedos que se tocan y una batería de gestos, muecas y guiños. Sentarnos al lado, para tocarnos, o justo enfrente, para mirarnos. Y en las conversaciones atendemos y reímos como los demás. Pero no de lo que los otros ríen y atienden. Bajo los mismos signos, desplegamos un lenguaje único, privado. Al final, nos volatilizamos.

Corrimos por la escalera al piso de arriba. Solo faltan diez minutos. Diez minutos más, y otro año. A lo lejos, se oye la juerga familiar típica de los momentos previos.

No llevamos nada. Solo nosotros. En mi mano izquierda, una bolsa. Doce uvas. En mi mano derecha, te llevo a ti. Conozco mejor que tú la casa de los primos y me desenvuelvo con soltura. La habitación es amplia, con ventanales. Si no fuera el día que es, oiríamos a lo lejos los sonidos del mar. Playa del Sardinero.

Enciendo la luz del rincón. Una lámpara de pie, con regulador de intensidad, que proyecta su haz sobre el techo. Me encanta, me gusta crear ambiente y el manejo de la luz es fundamental. Y velas. Las hay en candelabros, en palmatorias, y en modernas piezas decorativas. Primero las enciendo, luego las cuento. Doce en total. Nada es casualidad.

Y ahora la música. Nuestra nochevieja es otra. Elijo a Diana Krall. Estás preciosa, espléndida. Las velas se reflejan en lo profundo de tus ojos y en tu pelo en cuatricomía. Vestido negro, sin mangas. Palabra de honor. Gasa y pedrería diminuta. Tacón alto y fino. Destalonado, con dos tiras de piel que se enlazan en el tobillo. Y medias negras, cristal. Yo, traje negro de lana, con chaqueta de cuatro botones y solapa pequeña. Zapatos sin cordones, negros. Corbata en tonos grises y azul cobalto.

Pongo la banqueta del piano en el centro. Tú me miras, y tragas saliva. Yo te miro y tú te acercas. Las manos junto al cuerpo. Comprendes y te dejas hacer. Noto un ligero temblor que te recorre de arriba abajo, como de electricidad estática.

Te quito el vestido, muy, muy despacito. Soy consciente de cada gesto. Y me centro en tu reacción más epidérmica, a cada contacto, en cada lugar. El vestido en el suelo y tú, como tienes que estar. Sin más artificio. Descubro el liguero, negro, antes intuido. Ahí está, para centrar, para encuadrar. El sujetador a juego, sin tirantes. Y el tanga. Si, lo has hecho. Rojo y negro.

Quise encontrar el momento para decírtelo. Pero no hubo manera. Al final, pese a estar tan cerca, tuve que enviarte un mensaje al móvil. A media tarde desapareciste, y yo quise presumir a dónde. Y ante mis ojos, tenía ahora la respuesta. Rojo y negro. Rojo porque toca. Porque es costumbre, tradición, superstición y quién sabe, quizá hasta suerte. Pero sólo rojo no. Eso es lo que hacen todos, lo vulgar, lo común. Por eso nosotros le añadimos el negro. Porque es nuestro color. ¿Y por qué tanga? Porque oculta y descubre, porque cierra y abre. Viste y desnuda. Es llave y es cerradura. Ya ves, también a mí me gustan los contrastes, las paradojas. Yo no creo mucho en lo de los horóscopos, pero ¿Sabes? Nací un dos de…junio ¿Adivinas cual es mi signo?

Tu mirada me busca. Y entiendes. No hablamos. Te sientas en la banqueta, no en el centro sino más bien hacia el borde. La espalda erguida. Enlazo dos de tus pulseras, y quedan tus manos unidas por la espalda. Rápidamente saco dos cuerdas blancas, de nylon. Setenta y cinco centímetros de largo por uno de diámetro. Ato tus tobillos a las patas de la banqueta. Es una banqueta ancha, de las que caben dos personas sentadas al piano. Así estás bien. Quietecita y bien abierta. Abajo aumenta el barullo. Ya es la hora. Empieza el año y también nuestra ceremonia.

La primera uva. Te estremeces cuando toca tu sexo. Está fría. Tu cuerpo, antes que tú, sabe que están recién sacadas de la nevera. La uva es pequeña entre tus pliegues. La hundo un poco. Apenas barnizas el grano. Un ligero, solo un ligero brillo. Lo huelo. A lo lejos, noto tu esencia. Y lo pongo en tu boca, delicadamente, con mucho cuidado. Cierras ojos y boca. Saboreas. Te tomas tu tiempo. Una.

Quieres más. Nueva uva. Ésta es más grande, pero tú la acoges más cálidamente. Arriba y abajo. Las dos. Tres. La tercera ya empieza a ser familiar, y se detiene un poco más en tu gruta. La estudia, la tantea. Tú, en agradecimiento, le das tu perfume. Antes de la boca, te la acerco a la nariz. Cierras los ojos. Inspiras. Te reconoces en lo hondo y te evoca mil imágenes. Las tres.

Nueva uva. Es pequeña, muy madura, algo pasa. Tus glándulas van despertando, y la acoges con gracia, con gusto. Luego, en el paladar, mil matices. Dulce, salado y almizcle. Moscatel y seda. Las cuatro. En la quinta uva te relajas. Cuando se acerca a tu bajo, basculas la pelvis, como si quisieras ir a su encuentro. Entra en ti más que ninguna otra. Tu voz se une a la fiesta. El primer gemido. Pequeñito, breve. Las cinco.

La sexta confirma a la quinta. Ya no abres los ojos. Te dejas llevar. Las seis. La séptima uva es atrevida, juguetona. Y se entretiene en tu coño. Te sientes generosa, y como una araña, la envuelves. Al salir de ti, brilla. Pero antes de alcanzar tu boca, se detiene en un pezón. Lo rodea y lo pinta, y él, en respuesta se levanta. Entonces, lo cojo entre mis dedos, y tiro fuertemente hacia mí. No quiero que te relajes. Has abierto los ojos, y has soltado un ahogado grito. Pero el grano entra en tu boca y callas. Las siete. El efecto de la séptima aumenta el caudal de tu fuente. Pero a ti te pone en tensión. Tu sexo y tú, os distanciáis, os alejáis.

La octava encuentra un sexo hinchado, y encaja en él como una horma. Tu mapa muestra una claridad meridiana. Lo recorremos. El clítoris se destapa, se afirma. Las ocho. La que hace nueve te pone en movimiento. Te sacudes ante ella, como afirmando tu poder, ante una simple uva. Antes de salir de ti, con la otra mano, golpeo la parte interna de tus muslos, a partir de donde acaba la línea de las medias. Diez golpes en cada lado, secos, y cambiando de sitio cada vez.

Sacas el color rosado. El sublime color rosado de la sumisión. Y tu boca, a cada golpe, lo celebra con un ligero gemido, como un respingo. Te enerva. Te pone en tensión. Las nueve. En la diez, ya chorreas. Al salir de ti, la uva parece que ha sido barnizada en resina. Y este grano, antes de su destino final, decide pasear por tu cuerpo, y dejar en él su rastro.

Decía Coco Chanel que una mujer debe perfumarse allá donde desea ser besada. Y eso hacemos. La uva y yo empezamos a andar. Nos paramos detrás de tus rodillas, en tus pechos, en la nuca y detrás de las orejas, en tus manos, y por supuesto, en los labios. Primero se posa ella, dejándote tu propia esencia, esparcida. Y después te beso yo, como para sellar un acto de alquimia. Las diez. Solo quedan dos, pero tu sexo ya no es tuyo. Se desboca. Gotea con voraz apetito. La banqueta del piano, tapizada en courtisane malva, ya tiene tu marca, húmeda e indeleble. Las once.

En la cestilla de plástico, solo queda una uva, así que has de dárselo todo. Pero te sientes entregada, y lo haces. Mientras te recorre y juega contigo, tu cuerpo es un clamor. A lo lejos, Diana Krall sigue susurrándonos al oído, pero tú, decides gritar. Al final llegas al paroxismo. Explotas. En ese momento, la uva entra en tu boca y después yo. Te beso profundamente, mientras con una mano te aprieto allá abajo.

Las doce.

Feliz año cielo, feliz año.
¿Has pedido un deseo?


Zadhar

jueves, 22 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

Una nueva Navidad, otra excusa más para seguir disfrutando de la vida y de nuestro modo de vivirla. Por mi parte, desearos que sean unos días de descanso y de nuevas ocasiones para vivir experiencias fantásticas. Volveré antes de que acabe el año.

Mis mejores deseos para todos vosotros, allá donde estéis...


FELIZ NAVIDAD

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Café en Alicante

Con la llegada del nuevo año se pondrá en marcha una iniciativa interesante, el Café de Alicante, promovida por arcilla y dama_serena. La finalidad es que las personas de Alicante interesadas en Bdsm se conozcan y charlen entre sí, siempre desde el respeto más absoluto y de manera distendida. Para ello han visitado varios lugares hasta encontrar uno apropiado en el que poder realizar estas tertulias que darán la oportunidad de conocerse y de intercambiar experiencias, en definitiva, y como dice arcilla, hilvanando realidades

Si queréis información podéis escribir bien a arcilla en arcilla64@gmail.com  bien a dama_serena en dama.serena@gmail.com y ellas os darán toda la información.

Desde aquí les deseo lo mejor.